Mis palabras ¿destruyen o construyen?
Me volvió a pasar: vi un comentario de un conocido mío en las redes sociales que me hizo perder el control. Mi conocido anónimo había citado información falsa para defender la reacción de las autoridades a la actual pandemia del Coronavirus (COVID19), con la cual estoy personalmente en desacuerdo. Le escribí una respuesta para destruir sus argumentos.
Cuando terminé de reprocharle su error, me dí cuenta que yo había cometido un error más grande: pensar que mi ataque lo haría adoptar mi propia opinión. Peor todavía: creí que le estaba haciendo un favor. Pero nada más lejos de la realidad: mi comentario podría ser interpretado fácilmente como un ataque personal y dañaría colateralmente la credibilidad de mi conocido frente a sus contactos. Así que terminé por eliminar mi respuesta a su comentario.
Te confieso que todavía siento un nudo en la garganta. Que todavía quisiera publicar mi reproche. Que siento una extraña tentación por demostrarle a mi interlocutor que está equivocado. Pero me detiene mi incapacidad de responderme a mí mismo: ¿para qué lo hago? No tengo una respuesta que no lleve la contra a mis ideales de caridad y servicio por el prójimo. No quiero ser un gruñón que ande peleando a todos en las redes sociales por pensar diferente.
Mientras escribo este texto, mi cuestionamiento ha pasado de un "¿para qué confrontar?" a un "¿cómo respondo entonces?". Si mi interlocutor fuera un amigo cercano, habría entablado un diálogo para entender a fondo su punto de vista en vez de empezar una discusión. Cuando hablo con un amigo, procuro siempre suponer que tiene buenas intenciones aún cuando sus acciones no lo sugieran. Además, cuando hablo con un amigo me esfuerzo en mantener la conversación lejos de la posibilidad de convertirse en una discusión. Creo que debería llevar esa práctica también con las otras personas con las que sólo intercambio publicaciones.
En tiempos de crisis necesitamos ser más fraternos unos con otros. Es más importante la caridad con el prójimo y el servicio al vulnerable que ganar una discusión y señalar un error.
Termino este mensaje con una advertencia: alternar la discusión por el diálogo no garantiza el éxito en la comunicación. El diálogo es un arte. Y como todo arte, el camino a su perfeccionamiento está lleno de tropiezos, requiere mucho esfuerzo y constancia. No soy ningún experto en el tema. Pero puedo compartir algunas referencias que han sido una compañía invaluable en mi camino de aprendizaje:
1) 'Conversaciones cruciales', por Joseph Grenny.
2) 'Think Smarter: Critical Thinking to Improve Problem-Solving and Decision-Making Skills'.
3) 'Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva'.
Te confieso que todavía siento un nudo en la garganta. Que todavía quisiera publicar mi reproche. Que siento una extraña tentación por demostrarle a mi interlocutor que está equivocado. Pero me detiene mi incapacidad de responderme a mí mismo: ¿para qué lo hago? No tengo una respuesta que no lleve la contra a mis ideales de caridad y servicio por el prójimo. No quiero ser un gruñón que ande peleando a todos en las redes sociales por pensar diferente.
Mientras escribo este texto, mi cuestionamiento ha pasado de un "¿para qué confrontar?" a un "¿cómo respondo entonces?". Si mi interlocutor fuera un amigo cercano, habría entablado un diálogo para entender a fondo su punto de vista en vez de empezar una discusión. Cuando hablo con un amigo, procuro siempre suponer que tiene buenas intenciones aún cuando sus acciones no lo sugieran. Además, cuando hablo con un amigo me esfuerzo en mantener la conversación lejos de la posibilidad de convertirse en una discusión. Creo que debería llevar esa práctica también con las otras personas con las que sólo intercambio publicaciones.
En tiempos de crisis necesitamos ser más fraternos unos con otros. Es más importante la caridad con el prójimo y el servicio al vulnerable que ganar una discusión y señalar un error.
Termino este mensaje con una advertencia: alternar la discusión por el diálogo no garantiza el éxito en la comunicación. El diálogo es un arte. Y como todo arte, el camino a su perfeccionamiento está lleno de tropiezos, requiere mucho esfuerzo y constancia. No soy ningún experto en el tema. Pero puedo compartir algunas referencias que han sido una compañía invaluable en mi camino de aprendizaje:
1) 'Conversaciones cruciales', por Joseph Grenny.
2) 'Think Smarter: Critical Thinking to Improve Problem-Solving and Decision-Making Skills'.
3) 'Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva'.
Entiendo perfectamente tu sentir, lo más difícil es controlar el impulso pese a que quisieras objetivizar la difusión de noticias falsas, te admiro porque dejaste de lado tu ego y sabiendo que las cosas no marcharían a un lugar de retroalimentación positiva y construcción lo transformaste en aprendizaje, te admiro mucho por ello, aún no he leído dos de esas obras pero las voy a leer en mis trayectos, hay tantas cosas que trabajar día a día con uno mismo y yo te reitero que disfruto leer tus publicaciones, vaya afirmación que has hecho y tan cierta, alternar la discusión por el diálogo no garantiza el éxito en la comunicación. Los quiero mucho Huara, un abrazo en la distancia a 9890km :)
ResponderBorrarP.D. Varias veces llegué a discutir con Cecy por tonterías de ego y mira lo especial que es en mi vida jejej
Muchas gracias por tu comentario, Ale. Me dio mucho gusto leerte. Tus palabras me hacen sentir acompañado en esta travesía de aprendizaje en las aguas de la comunicación efectiva. ¡Y vaya buen ejemplo son Cecy y tú! Me da gusto notarlas alegre en sus llamadas.
BorrarCorrespondemos tu abrazo a la distancia. Guardamos la esperanza de dártelo físicamente y sentarnos a tomar un café todos juntos. ¡Te extrañamos y te queremos!
:) Acabo de encargar por Amazon tu segunda recomendación, luego tengo que comentar ese libro contigo, estamos todos juntos en esto, que es la vida y está pasando en este momento.
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