Los precipicios oscuros
Fulano y Sutano están en un laberinto. El laberinto, en vez de muros, tiene precipicios; y además está completamente oscuro. Los dos deciden separarse para explorar el laberinto.
Después de algunas horas, Sutano encuentra una piedra grabada con un mensaje y una flecha. Después de sentir el grabado con sus manos, lee: “¡felicidades! Ya casi estás en la salida. Camina 100 metros en la dirección de la flecha para salir del laberinto.”
Con mucha emoción y alegría, Sutano grita.
SUTANO: “¡Fulano, he encontrado la salida! ¡Ven aquí y salgamos!”
Como no había muros, la voz de Sutano llegó hasta Fulano. Pero cuando dio unos pasos hacia donde escuchaba la voz se encontró con un precipicio.
FULANO: “¡Hay un precipicio entre nosotros! No puedo acercarme hacia donde estás tan rápido.”
Y mientras seguía explorando con sus pies, Fulano tropezó y cayó. En menos de un segundo estaba colgando al filo de un precipicio. Con un gran esfuerzo se subió de vuelta al camino del laberinto y se recostó en el piso. Le dolía la pierna derecha y al pasar la mano encima de su pierna comprobó que estaba sangrando. Y gritó:
SUTANO: “¡Ah! ¡Me he lastimado! ¡Ayúdame, por favor!”
FULANO: “¡Pero ya estoy muy cerca de la salida! ¡Y te escucho tan cerca de mi!”
SUTANO: “Estamos cerca, pero llegar a ti me es tan difícil como encontrar la salida yo solo. ¡Por favor, ayúdame!”
FULANO: “¡Pero tampoco puedo ir entonces hacia ti tan fácil! ¡Si voy hasta donde estás tú perderé la salida!”
SUTANO: “Si escuchas mi voz podrás recorrer el laberinto hasta mi. ¡Y después podemos buscar la salida juntos!”
Fulano tiene ahora dos opciones: perderse de nuevo por ayudar a Sutano. O salir y esperar que Sutano resuelva el problema solo.
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Moraleja: En ocasiones, para ayudar a alguien tenemos que abandonar las soluciones que conocemos. Luego, escucharle para llegar hasta donde está. Y una vez ahí, resolverlo juntos.
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